sábado, 16 de agosto de 2008

LAS MAROMAS DE JORGE IVAN CON CALI

El pueblo tiene los gobernantes que se merece. Por acción de unos y omisión de otros, Cali eligió a Jorge Ivan Ospina en la alcaldía. La primera renuncia de su administración pasó casi desapercibida. La de Adriana Santacruz, una de las mejores funcionarias del gabinete del ex gobernador del Valle, Angelino Garzón.

Quienes la conocemos, ratificamos que algo no andaba bien en el interior del Palacio Municipal. Porque lo sabíamos desde el 1o. de enero pasado cuando asumió el cargo y dio a conocer sus colaboradores. Salvo ella en comunicaciones, los demás fueron absolutamente desconocidos para los caleños. Y eso genera desconcierto.

Tuvo dos meses desde que fue elegido, y un año, desde que comenzó la campaña, para establecer quienes, o al menos cuáles serían los perfiles de los que le acompañarían en la administración. Pero solo un mes después fue capaz de nombrar presidente de Metrocali, una de las coronas de la ciudad.

Y ahora, al pedir la renuncia colectiva, dice que "no es una crisis política sino de gestión, pues es muy importante la credibilidad y confianza que se le transmite a la comunidad". Si es así, entonces tendría que renunciar él porque fue él, y nadie más que él quien los nombró y se dejó imponer algunos de los que ahora saldrán.

Casi ocho meses perdidos. Y seguimos esperando. De Emcali dijo que los caleños no tenemos gobernabilidad en la empresa. Es él quien nos representa. Y es él quien no tiene gobernabilidad en ella. No nosotros. Entre otras cosas, porque siguió el mal ejemplo de Jhon Maro de pelearse con la Casa de Nariño. Es decir, de pegarle patadas a la lonchera.

Y es que el alcalde se equivocó desde el día de su posesión. Debió arrancar su gestión con un plan de choque, haciendo a un lado odios y rencores, e invitando a todos los caleños, los que votaron por él y los que no lo hicieron a rodear su administración, recuperar el amor por Cali, el sentido de pertenencia y elevar el autoestima de un pueblo.

Y le aprendió al gobernador Juan Carlos Abadía, creyendo que con plata como salvavidas, especialmente a los deportistas y a los equipos de fútbol, tapará la falta de gobierno, mientras la ciudad se hunde en el abandono. Por supuesto, el pueblo tiene, los gobernantes que se merece. Al fin y al cabo es el que elige.-


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