domingo, 12 de diciembre de 2010

COLOMBIANOS A PRUEBA

La naturaleza nos puso a prueba a los colombianos en la coyuntural invernal más difícil en la historia de nuestro país con unos resultados que serán más catastróficos una vez pase el periodo de lluvias conocido como La Niña.

Y esa prueba demostró, primero, que no estamos preparados para catástrofes de esa envergadura; y segundo, que no son las precipitaciones las culpables ni las responsables de lo que ocurra por su acción natural.

Es el hombre quien en sociedad se prepara o no, dependiendo de su entorno, contexto, intereses, necesidades, acción u omisión, para poner en riesgo su vida o para planear y planificar su modus vivendi o de trabajo.

Para quienes se empeñan en acusar y señalar al Estado como responsable y/o a los gobiernos de turno empiezan al revés. Lo primero es la atención de las víctimas, los heridos, los damnificados, los afectados.

Segundo, tratar de prevenir, en medio de la devastación del fenómeno, nuevas emergencias y atender hatos ganaderos, avícolas, miles de animales de crianza que también son blanco de la furia de las aguas, desbordamientos, derrumbes, etc.

No obstante lo más grave está por venir. Las secuelas una vez pase el invierno. La atención sicológica de quienes perdieron a sus seres queridos. El retorno o reubicación de aquellos que quedaron sin vivienda.

Cuando no haya cosechas para recoger. Miles de kilómetros de carreteras y puentes por reparar unos, y reconstruir otros. Entonces, los efectos sobre la economía podrían ser iguales o peor de demoledores.

Los más optimistas estiman que el invierno de 2010 podría hacer caer el Producto Interno Bruto en el 2011 en 1.5 puntos lo que sería un golpe a lo más profundo de las metas económicas y del gobierno.

De momento se estima en diez billones de pesos el costo de la recuperación de lo que hasta el momento se han llevado las lluvias. Y eso que según el Ideam, las precipitaciones se podrían prolongar entre tres y seis meses más.

Para quienes proponen aplazar la Feria de Cali y las elecciones atípicas para gobernación del Valle del Cauca, valdría preguntarles si cancelaron las celebraciones de fin de año en sus empresas privadas y con sus familias.

Si lo que tenían dispuesto para comprar los aguinaldos ya lo consignaron en la cuenta nacional de Colombia Humanitaria y se abstendrán de asistir a elegantes clubes para recibir el año nuevo y hacer lo propio con lo que se gastarían esa noche.

Estoy seguro que no. El momento es muy difícil. Pero no será el primero y tampoco el último. Suspender dos actividades que tienen destinaciones específicas y que suman escasos veinte mil millones de pesos, frente a diez billones que se necesitan, es necio, oportunista y salido de tono.

O es que acaso cuando no existía la tragedia en su momento ¿advirtieron que si se daba un invierno de estas proporciones, sugerirían entonces suspender las festividades de fin y comienzo de año? No.

Más bien y sin detenernos, porque en medio del dolor de las víctimas y de los damnificados el mundo sigue girando, debemos aprovechar ambas oportunidades para colaborar de la siguiente manera.

La Feria de la Solidaridad en Cali y que esa semana todos los estamentos destinen buena parte de lo que van a invertir en diversión y esparcimiento para ayudar a los damnificados. Esa sería una actitud mucho más proactiva.

Sobre las elecciones, quienes piden su aplazamiento, no lo hacen por el dinero, que además para eso está la Registraduría, para que lo presupueste, lo hacen es por afanes politiqueros pues sienten pasos de animal grande.

Si en el Valle del Cauca estamos como estamos en materia política, es responsabilidad de los vallecaucanos. Los que votamos libremente, los que lo hacen con el voto amarrado y los que no votan. El pueblo tiene los gobernantes que se merece. Por eso los elige.

No podemos utilizar el dolor ajeno para aparecer como salvadores o redentores de la catástrofe. Tampoco ser fariseos pues estoy seguro que todos festejaran en Nochebuena y año viejo. Lo que debemos es tener entereza para seguir adelante.

Ser solidarios con ayuda no solo humanitaria sino prestando buena parte de nuestro tiempo a quienes lo pueden necesitar. Es mucho más efectivo y humano que pescar en río revuelto. Y buscando protagonismo.