Se enrareció nuevamente el ambiente laboral en Colombia a raíz de los paros y movimientos de protesta escalonados a los que no nos acostumbramos pero que cíclica y más o menos anualmente les da a quienes los alimentan bajo cuerda -no todos- por reactivarlos.
Corteros de caña, Asonal, Indígenas, revoltosos en la Universidad Pública, Dian, Registraduría, Oficina de Instrumentos Públicos, muchos de quienes aprovechan para sembar el caos y la desolación sin saber siquiera qué diablos es lo que reclaman. Porque los mandan.
En el caso de Asonal por ejemplo, exige setecientos mil millones de pesos y el gobierno ordena 150 mil millones y levantan el movimiento. ¿Quien los entiende? Los indígenas destruyen carreteras, árboles, postes de energía como si fuesen los culpables de su situación.
Algo similar y quizá más violento e inexplicable que incluye quema de vehículos en la avenida Pasoancho (como si el automotor, su propietario o el conductor si es público tuviesen la culpa), hacen cada que les da la gana un grupúsculo minoritario de Univalle.
¿Dónde está la mayoría si es que se opone a los actos violentos y a que por lo menos una vez a la semana se cierre el claustro para que aquellos puedan hacer vandalismo a mano armada de explosivos y quien sabe qué más en la vía pública?
Y eso que ahora no se sumaron los camioneros que anualmente también se paran a lado y lado de las carreteras. Temita del cual también nos vamos hastiando. No solo en este, sino en todos aquellos casos que se vuelven eterno y repetitivos. ¡Ah! y faltan salud y educación.
Muchas de las peticiones son válidas. Y la mayoría de las formas en que las hacen son repudiables. Está claro que son problemas estructurales y de fondo. Que no encuentran las respuestas sólidas y de largo plazo por ser el nuestro un Estado débil.
Corteros de caña, Asonal, Indígenas, revoltosos en la Universidad Pública, Dian, Registraduría, Oficina de Instrumentos Públicos, muchos de quienes aprovechan para sembar el caos y la desolación sin saber siquiera qué diablos es lo que reclaman. Porque los mandan.
En el caso de Asonal por ejemplo, exige setecientos mil millones de pesos y el gobierno ordena 150 mil millones y levantan el movimiento. ¿Quien los entiende? Los indígenas destruyen carreteras, árboles, postes de energía como si fuesen los culpables de su situación.
Algo similar y quizá más violento e inexplicable que incluye quema de vehículos en la avenida Pasoancho (como si el automotor, su propietario o el conductor si es público tuviesen la culpa), hacen cada que les da la gana un grupúsculo minoritario de Univalle.
¿Dónde está la mayoría si es que se opone a los actos violentos y a que por lo menos una vez a la semana se cierre el claustro para que aquellos puedan hacer vandalismo a mano armada de explosivos y quien sabe qué más en la vía pública?
Y eso que ahora no se sumaron los camioneros que anualmente también se paran a lado y lado de las carreteras. Temita del cual también nos vamos hastiando. No solo en este, sino en todos aquellos casos que se vuelven eterno y repetitivos. ¡Ah! y faltan salud y educación.
Muchas de las peticiones son válidas. Y la mayoría de las formas en que las hacen son repudiables. Está claro que son problemas estructurales y de fondo. Que no encuentran las respuestas sólidas y de largo plazo por ser el nuestro un Estado débil.
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