Es a veces, cuando se siente vergüenza ajena por el oficio. El periodismo que debería ser sagrado. Pero que erróneamente se califica como el cuarto poder. Cuando es más -muchas veces- el miedo o el temor de sus víctimas, no por la verdad, sino por la amenaza que representan algunos medios y/o periodistas.
Ese sentimiento que genera el ejercicio de una noble profesión a la que muchos irrespetan, de la que tantos se nutren y por la que otro resto se vende, o vende, que es lo que buscan, para generar recursos para unos, así sea en detrimento de uno o varios.
Estupor produjo en muchos quienes leímos -sin sorpresa- que Ingrid Betancur estaba en una playa de Miami, supuestamente (se preguntaba la revista Caras) con el nuevo amor de su vida. Y, tanto a ellos (en Caras) como a los demás, ¿qué les y nos importa?
Ella está en todo su derecho de hacer lo que se le venga en gana. Como hasta hoy lo ha hecho con dignidad. Pero cual no sería la comprobación de ese estupor, cuando escuchamos a su acompañante en la foto: ¡Su primo! ¡Qué horror! ¡Qué cuasi periodismo más barato!
Claro que la responsabilidad también es de los incautos que compran la revista o son fanáticos del chisme. Pregunto, ¿sacarían al propietario de la revista o al director o directora si la alcanzan a registrar en las mismas condiciones? Respondo: jamás. No serían capaces.
Es que es tan fácil jugar con la vida ajena, con la dignidad y la vida privada de los demás. Que no vemos la viga en el ojo propio por estar buscando la paja en el ajeno. Ingrid, perdónalos, porque no saben lo que hacen. ¡Ah!, y cuídese, si quiere tener una vida tranquila y privada.
Ese sentimiento que genera el ejercicio de una noble profesión a la que muchos irrespetan, de la que tantos se nutren y por la que otro resto se vende, o vende, que es lo que buscan, para generar recursos para unos, así sea en detrimento de uno o varios.
Estupor produjo en muchos quienes leímos -sin sorpresa- que Ingrid Betancur estaba en una playa de Miami, supuestamente (se preguntaba la revista Caras) con el nuevo amor de su vida. Y, tanto a ellos (en Caras) como a los demás, ¿qué les y nos importa?
Ella está en todo su derecho de hacer lo que se le venga en gana. Como hasta hoy lo ha hecho con dignidad. Pero cual no sería la comprobación de ese estupor, cuando escuchamos a su acompañante en la foto: ¡Su primo! ¡Qué horror! ¡Qué cuasi periodismo más barato!
Claro que la responsabilidad también es de los incautos que compran la revista o son fanáticos del chisme. Pregunto, ¿sacarían al propietario de la revista o al director o directora si la alcanzan a registrar en las mismas condiciones? Respondo: jamás. No serían capaces.
Es que es tan fácil jugar con la vida ajena, con la dignidad y la vida privada de los demás. Que no vemos la viga en el ojo propio por estar buscando la paja en el ajeno. Ingrid, perdónalos, porque no saben lo que hacen. ¡Ah!, y cuídese, si quiere tener una vida tranquila y privada.
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