Constitucionalmente el mandato del presidente Álvaro Uribe Vélez es hasta el próximo 7 de agosto cuando asumirá esa investidura su sucesor, el electo Juan Manuel Santos. Eso está claro y no tiene discusión alguna.
Tampoco se discute que el jefe de Estado decline en ninguna de sus obligaciones tanto dentro como fuera del país, especialmente en cuanto a la soberanía Nacional se refiere, hasta esa fecha. Aunque quisiera seguir.
En lo que considero se equivoca, es en la forma como en repetidas ocasiones, de manera particular la semana que termina, ha manejado sus esquivas y turbulentas relaciones con Venezuela. No tanto ya con Ecuador.
Antes conviene reiterar que los demócratas estamos de acuerdo en perseguir a los terroristas, Farc, Eln, Paramilitares, Narcotraficantes o sea cual fuere su denominación, con todo el rigor hasta el último rincón del planeta.
Pero cuando se tienen denuncias con pruebas -como lo afirmó el gobierno- de presencia guerrillera en Venezuela- para eso, antes de salir a la diplomacia del micrófono, existen unos conductos regulares a través de la Cancillería.
Por respeto además con el sucesor de Uribe Vélez -Santos Calderón- éste debió ser informado previamente. Además, como ex ministro de Defensa, conoce a la perfección las diferencias con Hugo Chávez. Su pensamiento y procederes.
También con el presidente de Ecuador, Rafael Correa, pues fue el presidente electo quien lo dejó en evidencia -que fue lo que le molestó- con la muerte del terrorista y criminal Raúl Reyes; no tanto que hubiese invadido su territorio.
No creo, como lo sugirió un analista venezolano cuyo nombre fue omitido en un diario de circulación nacional en Colombia, que ese plan lo habrían montado Uribe Vélez y Santos Calderón.
Los analistas y los periodistas, si bien no podemos ser ciento por ciento neutrales ni objetivos (en eso nunca he creído y nadie lo ha demostrado), al menos debemos tratar de acercarnos a ello para orientar y no exacerbar multitudes.
Flaco servicio le hizo Uribe a Santos con este episodio. Todos, desde hace muchos años sabemos que la guerrilla se esconde en esos países. Con o sin anuencia de sus gobiernos. Pero fue la forma lo que calentó al vecindario.
No es miedo ni temor sino un respeto a las relaciones internacionales y binacionales de un gobierno que a tres semanas del relevo en la Casa de Nariño opta por la vía del micrófono y no de agotar todas las instancias diplomáticas ni la discreción.
Lo que no implica que Colombia deba ceder ante ningún gobierno extranjero así sea vecino. Mucho menos ante Hugo Chávez ni Rafael Correa cuyos antecedentes de coquetear con la guerrilla son conocidos.
Eso jamás. Pero sí de tratar, con el acompañamiento internacional como testigo, de evitar que se llegue a situaciones extremas como el rompimiento de relaciones o algo más…No digo qué porque detesto la palabra guerra.
Lo que sí está claro es que la reunión extraordinaria del Consejo de Seguridad de la OEA convocada para el próximo jueves 22 no pasará si es que llega allá, de un pronunciamiento o comunicado.
Los tiranos -y Chávez lo es- no les hacen caso a organismos como la OEA ni la ONU.
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