No fueron gratas para Colombia las dos semanas que acaban de pasar, tampoco para las FF.MM. ni para el ministro de Defensa, Rodrigo Rivera, por la arremetida guerrillera que dejó un saldo estimado de treinta y ocho uniformados muertos.
El hecho es preocupante porque nuevamente la inseguridad y la violencia se mueven del campo a la ciudad y viceversa generando confusión, caos, terror y muerte a manos de los grupos terroristas, los delincuentes y el narcotráfico.
“La culebra está viva”, fueron unas de las últimas palabras del ex presidente Álvaro Uribe Vélez antes de abandonar la Casa de Nariño y eso fue hace poco más de treinta días. Muy poco tiempo para lo que es una verdad de a puño.
Y el presidente Juan Manuel Santos Calderón basó su campaña en que continuaría con el fortalecimiento de la seguridad democrática que no debió sufrir ningún paréntesis ni tregua sino llevarla hasta su máxima expresión.
Posesionado el nuevo Jefe de Estado de los colombianos buenos, alias Alfonso Cano, uno de los terroristas más buscados del planeta, sugirió una invitación al diálogo a quien democrática y limpiamente fue elegido en las urnas.
Entonces anticipé que a él y a sus secuaces no se les puede creer. Ahí está la respuesta. Ataques a mansalva -que es cómo actúan- incluyendo cadáveres como señuelos y quemando vivos a los uniformados. ¡Canallas, miserables, cobardes!
Uniformados del ejército y la policía, muchos de ellos hombres jóvenes padres de familia que se convierten en Héroes de la Patria que no deberían existir pues sería mejor una Nación en paz y que quiere realmente recorrer el camino del diálogo.
Y mientras eso ocurre en los campos y selvas de Colombia, el complejo panorama de inseguridad parece recrudecerse en las ciudades, de manera particular en las cuatro capitales más importantes por sus tamaños y posibilidades de vida.
Seguridad democrática y ciudadana es lo que necesita la sociedad, acompañada de las macro medidas que anunció el gobierno, jalonadas por las cinco locomotoras de la productividad, generación de empleo, profundas reformas en salud y justicia.
Pero no será suficiente si entre todos no ayudamos a empujar las locomotoras. No todo se le pude dejar al Presidente ni a las autoridades. Existe un trabajo que será a largo plazo que ojalá lo pongamos en práctica. Tenemos que rodear al Gobierno.
Es urgente recuperar los valores éticos y morales, rechazar el narcotráfico, denunciar con valor y de manera oportuna a los delincuentes, enseñar que el camino de lo fácil, las armas y los atajos, solo generan violencia, desolación y muerte y estar vigilantes ante la corrupción.
Todo ello converge en un monstruo de mil cabezas que representa sin lugar a dudas, que la culebra, está viva. Y no es suficiente golpearla en la cabeza. Es sembrar la semilla de los valores en la sociedad para que el crimen no vuelva a nacer.
Las Fuerzas Armadas no podrán tener un instante de respiro y las autoridades ciudadanas trabajar sin descanso, todas, eso sí, siempre y cuando cuenten con el apoyo de colombianos buenos que somos la inmensa mayoría.
No a diálogos que a nada conducen si no existen demostraciones de paz. No a ocultarse en organismos como la Unasur para manipular la opinión y seguir delinquiendo. No a las guerrillas terroristas de las Farc, el Eln o como se llamen.
De lo contrario, se activarán nuevas alarmas. Y la alerta roja, está encendida.
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