Asumieron sus cargos con pocas horas de diferencia, el presidente de Colombia, Juan Manuel Santos Calderón -Casa de Nariño- y el nuevo gobernador del Valle del Cauca, Francisco José Lourido Muñoz -Palacio de San Francisco-.
El primero dijo que “le llegó la hora a Colombia”. El segundo que “no quiero verme envuelto en los torbellinos del pasado si no mirar hacia el futuro con cero corrupción”, ambos dejaron un ambiente de tranquilidad entre los elegidos.
Vamos por partes. En el plano nacional no cabe duda que Santos Calderón le puso desde el día de su elección firma y sello personales a lo que serían su estilo y programa de gobierno. Y eso quedó claro durante su posesión.
Con una nómina de lujo entre sus colaboradores, seguridad en sus formulaciones, un viaje por doce países de América y Europa y los actos simbólicos con los indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta, hablan bien del Jefe de Estado.
Hasta el momento, los columnistas, que una vez se acercaron al Partido Verde, llevados más por el odio y el resentimiento que por las ideas, desde el triunfo de la Unidad Nacional, no han tenido un solo argumento válido para sus diatribas.
El compromiso es grande para un periodista que llevaba preparándose más de treinta años para ser Presidente de Colombia. Pero su obligación no es menor que la que tenemos todos los ciudadanos de bien hayan o no votado por él.
La sociedad entera debería pensar en construir país, trabajar cada uno desde su lugar con honestidad y entrega por la consolidación de la paz con justicia social y no creer que ese es asunto que le compete solo al ejecutivo.
Y como copiloto de la nave un vallecaucano, Angelino Garzón, que a no dudarlo sí le dará buen uso a un cargo señalado por muchos como de “segunda” que solo sirve para representar al Presidente en actos sociales. Falso.
Estoy seguro que él y su esposa jugarán un papel muy importante en cualquiera de los frentes de trabajo que les compete y que les sean ordenados por la Casa de Nariño. Utilizando un término Santista, Angelino es una locomotora trabajando.
Sobre el Valle del Cauca, tranquiliza que al Palacio de San Francisco llegue un hombre pulcro, trabajador, académico, conocedor del campo como el que más y con arraigo en todos los estamentos. A ver si por fin nuestro Valle despega.
Y es que ese despegue nos corresponde ponerlo en marcha a todos los vallecaucanos y no echarle encima esa responsabilidad, como si fuera una obligación, al vicepresidente Angelino Garzón, dizque por ser vallecaucano.
Al menos eso fue lo que escribió Diego Martínez en su columna de El País. Ahora resulta que Angelino debe ser El Salvador, cuando hace apenas unos pocos años, como lo cacareaban a diario, era lo peor. ¡Qué no dijeron de Angelino en ese diario!
No señor. Pero si de algo les sirve, pues el nuevo mandatario regional podría decirse que es cuota de Garzón. Lo que sí debe hacer el señor Lourido es tratar de ordenar la administración y poner las cosas claras y en su sitio.
Necesitamos saber la verdad. Poco bien se hace él y le hace el Estado como tal, el afán del ex gobernador Juan Carlos Abadía Campo de amarrarse al poder, atornillarse a la silla del que fue su despacho. A las buenas o a las malas.
Es el momento de realizar una profunda reflexión: tanto por parte del nuevo mandatario como de los vallecaucanos que tendremos que volver a las urnas el año entrante para elegir sucesor a partir del 1º de enero de 2012. Eso esperamos.
El Valle del Cauca no aguanta más. Lo estallaron quienes trataron de ensañarse con el poder y lo tienen en el limbo. Pero no por culpa o responsabilidad exclusiva de quienes fueron elegidos. Sino de quienes los eligieron. Esa es la regla del juego.
Necesitamos gobernantes serios y preparados. Pero esos gobernantes, que se encargan de designar mandos medios, los elegimos quienes votamos y quienes se abstienen. Estos últimos también son culpables por acción u omisión.
De la mano de Dios, espero que como lo dijo Santos Calderón “le llegó la hora a Colombia” y como lo manifestó el gobernador del Valle del Cauca, Francisco Lourido “me quiero olvidar del pasado torbellino y mirar hacia el futuro”.
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